Durante mucho tiempo he intentado
comprender porque Riquelme se comporta como un freezer. Para comenzar a
despejar mis dudas debería describir qué es un freezer, o mejor dicho, un
refrigerador. Se conoce como refrigeración al enfriamiento de un cuerpo por
transferencia de calor. La función de una máquina de refrigeración es tomar el
calor de las bajas temperaturas y expulsarlo al exterior, empleando una fuente
de energía. Riquelme carece de energía, haciendo calentar a sus propios y
contrincantes.
Juan
Román Riquelme nació el 24 de junio de 1978 en San Fernando, Buenos Aires,
ídolo del club al cual odio, Boca Juniors, ha sido un referente del fútbol
argentino y quizás, yo, todavía no entienda porque.
Está
última semana, Boca perdió la Copa
Libertadores , pero eso no es lo que importó. Román jugó su
último partido, o talvez no. Ustedes se preguntarán porque soy tan indecisa, la
respuesta es simple: por unas horas voy a actuar como Riquelme.
Contenta
por la derrota del equipo rival del club de mis amores, compré todos los
diarios que acontecían semejante hecho.
Posiblemente,
el camión de la basura haya tenido más trabajo de lo normal cuando se encontró
con cuatro bolsas llenas de diarios que no hacían más que hablar de un Topo
gigio hecho persona.
¿Seguirá? ¿Se
retirará? ¿Jugará en el exterior? El futuro es tan incierto como su pasado
convirtiendo goles. Si, este frezzer, con mucha suerte, hizo goles.
El retiro de esta
persona, mediática, esta en primer lugar. Nadie se enfatizó por la derrota del
equipo, a nadie le importó. La prensa y los medios no paran de hablar de él,
pero entonces: ¿Quién es él?
Decidí investigar a
este fenómeno cuyo festejo de gol requiere en apoyar sus palmas sobre las
orejas mirando a la tribuna mientras ellos lo ovacionan. No tiene sentido,
Riquelme no tiene sentido, su juego no tiene sentido. Sin embargo, llegué a una
conclusión.
La pelota, en
Argentina, quema y los jugadores vuelan. Los pibes promesas son vendidos al exterior,
por una suma incontable de dinero. Tal es así, que el fútbol de nuestro país se
compone de jugadores de 25 años que nunca pudieron destacarse, veteranos de 36
que luego de jugar mitad de su vida en Europa, vuelven al club que los vio
nacer para despedirse y los talentos, que apenas asoman la nariz reciben cinco
patadas en menos de dos minutos.
La
táctica del equipo se volvió fácil, se mantiene una línea de cuatro en el fondo
priorizando el arco en cero. La estrategia es aun más simple: si el jugador
recibió la pelota, rápidamente pateará hacia el arco contrario sin importar
donde se encuentre. No olviden que la pelota quema…
Cuando
el jugador se encuentra sobre la línea lateral y el contrario lo esta marcando,
ya no se evalúa la posibilidad de pisar la pelota para poder pasarlo. Este, muy
inteligente, va a patear en dirección a los pies contrarios para que salga por
la recta y sea, luego, una descarga.
Desde
hace mucho tiempo los partidos ya no se merecen. Quizás, el que peor haga las
cosas, gane. Si esto no sucede, posiblemente la culpa la tenga el árbitro. El
argentino, siempre va a jactarse de errores contrarios y no propios.
Y
entonces, comprendí. Argentina necesitaba alguien que enfrié la pelota cuando
ésta quemaba en los pies. Él era la excepción a la regla. Era tanto el frió que
salía de su cuerpo que la pelota, increíblemente, adormecía en su empeine.
Mientras sus
compañeros querían deshacerse de ella, él la acariciaba como su novia. Cuando
el balón se acercaba al arco, aparecía con su magia y la jugada volvía a
empezar.
Cuando Riquelme
anunció su retiro, los hinchas de River celebraron con una fiesta en el
obelisco. Ustedes nunca entendieron que nosotros sufrimos a Román cada vez apoyaba
sus pies en el césped del monumental. ¿En serio creyeron qué pensábamos que era
un burro? Quién se atreva a llamarlo de esa manera, deberá enfrentarse conmigo,
como yo me enfrente con él.
Y entonces, usted,
anonadado, volverá a preguntarse porque fui tan indecisa y yo volveré a decir
que la respuesta es simple, por unas horas actué como Riquelme.