No recordaba la última vez que había  sido verdaderamente feliz, la última vez que alguien o algo la había  hecho reír hasta que le dolieran la barriga y la mandíbula. 
Echaba de  menos acostarse por las noches echandose a pensar en River y su maldito momento, echaba de  menos disfrutar de la comida en lugar de ingerirla para mantenerse con  vida, odiaba los retorcijones de estómago cada vez que se acordaba de  ello. 
Detestaba sentir q no tenía ningún motivo para despertarse por la  mañana. Odiaba la sensación de no estar ilusionada ni tener ganas de  hacer nada. 
Ninguna de aquellas cosas colmaba el vacío de su corazón; era como si su cuerpo se hubiese convertido en un inmenso rompecabezas.
Ninguna de aquellas cosas colmaba el vacío de su corazón; era como si su cuerpo se hubiese convertido en un inmenso rompecabezas.
Había comenzado a trabajar por las esquinas y los bordes  porque eran las partes fáciles y ahora que ya tenía el marco completo le  quedaba pendiente la parte más complicada, llenar el interior. Pero  nada de lo q había hecho hasta entonces lograba llenar el vacío de su  corazón, aún no había encontrado aquella pieza del rompecabezas.
Era una mujer que cometía errores, que a veces lloraba un lunes por la mañana o por la noche en la cama. Era una mujer que a menudo se aburría de su vida y le costaba mucho levantarse para ir a trabajar. Era una mujer que con frecuencia tenía un mal día, se miraba al espejo y se preguntaba por qué no iba más a menudo al gimnasio. Era una mujer que a veces detestaba su empleo y se cuestionaba por qué razón tenía q vivir en este planeta. Era, en fin, una mujer q a veces entendía mal las cosas
Era una mujer que cometía errores, que a veces lloraba un lunes por la mañana o por la noche en la cama. Era una mujer que a menudo se aburría de su vida y le costaba mucho levantarse para ir a trabajar. Era una mujer que con frecuencia tenía un mal día, se miraba al espejo y se preguntaba por qué no iba más a menudo al gimnasio. Era una mujer que a veces detestaba su empleo y se cuestionaba por qué razón tenía q vivir en este planeta. Era, en fin, una mujer q a veces entendía mal las cosas
 Sí, tengo miedo al fracaso. Pero con el tiempo y con los retos de mi vida me di cuenta de que lo que piensa la gente no me interesa,  o que al menos puedo fingir que no me interesa y puedo hacer que la  gente crea que soy autosuficiente. Lo cierto es que me interesa por  demás de la línea de lo normal o esperado. Sí, claro. Siempre excediendo  esa línea.
Esa soy yo: la que excede los límites de lo normal. Pocas veces para bien.
No  soy una mujer a quien las cosas le fueron difíciles en la vida, nunca  me tocó sufrir problemas de dinero, ni problemas de divorcios de padres,  ni problemas escolares, digamos que siempre tuve una vida lo  suficientemente calma como para aburrirme hasta límites insospechados.  Lo cual no quiere decir que haya tenido una vida perfecta: muy por el  contrario: creo que tanto aburrimiento y tanto “no pasa naranja” me  llevaron a angustiarme por la nada misma.
Sí, ese es mi nombre. Poco común, pero claro: no podía llamarme de otra manera.
Era previsible que mi nombre no podía ser común, tenía que ser  especial. A veces me pregunto si me castigaron por toda mi vida mis  viejos al darme ese nombre. Quizás si me hubiera llamado Florencia o  Marta no me hubieran sucedido mitad de las cosas que me tocó vivir,  sufrir, negar, experimentar, etc. Así que mi nombre es especial, como yo  (según mis padres). Sí, ahora tengo amigas (y de las mejores) pero  ellas no creen que sea especial, simplemente que estoy loca. “Una loca  linda” como está de moda catalogar a los retorcidos mentales  para  que no se violenten. Y no es que yo crea que soy una retorcida. Sí, a  decir verdad creo que soy una retorcida, pero concuerdo con mis amigas:  no puedo hacerle daño a nadie. Solamente a mi misma o a otros por medio de mí. Llegó una época en mi vida cuando en vez de enojarme con alguien me castigaba a mi misma para afectar a ese otro alguien. Pero eso viene más tarde. Sostengo que todavía es temprano.
Porque, seamos sinceros, una persona feliz no deja de comer durante x cantidad de días. Una persona feliz y despreocupada, una persona “normal” (si es que existe aquello) no cuenta cada caloría:  simplemente come. Y en última instancia, si engorda hace dieta NORMAL y  tema acabado. Como ya se habrán enterado, normal no es una palabra que  pegue mucho conmigo. Interferencia. Como cuando querés ver una película  en tv satelital y está lloviendo. “Detectando antena, por favor espere”.  Eso me decía mi cerebro cuando yo intentaba ser normal. No puedo,  imposible. Y esperé demasiado tiempo. Fingí demasiado tiempo, hasta que  exploté. Pero como digo yo: es temprano aún para eso.
Es  sabido que cuando uno siente que las cosas no pueden ser mejor o que  por lo menos está viviendo un estúpido y frágil equilibrio vital, las  mismas tienden a desmoronarse casi instantáneamente. Es así, una regla  vital, una estúpida consecuencia de la conciencia. Porque quizás uno al  pensarlo se está llenando de miedo la vida y se está abriendo al mismo  tiempo a las malas vibras. Tengo la alucinación de que cuando uno es  ignorante de su propia felicidad puede conservarla mucho más tiempo y en  mejor estado. 
El  tema conmigo siempre fue que puedo tener ideas diametralmente opuestas y  aún así estar en equilibrio conmigo misma. Puedo pensar que tal cosa es  una degeneración y al mismo tiempo darle una vuelta de tuerca y madurar  que quizás no es tan malo. Así, puedo tener sentimientos opuestos  respecto de personas, actividades y opiniones. Me cuesta mucho  definirme. Supongo que a todos nos cuesta. Tengo razonable envidia a  aquellas personas que tienen las cosas tan transparentemente claras… me  provocan envidia y un poco de rechazo. Y me suena “aburrido” tener todo  tan claro. 
¡Ahí  lo tienen! Casi sin querer, un despejadísimo ejemplo de lo que decía  precedentemente: empecé diciendo que tenía envidia de quienes pensaban  claramente y terminé escribiendo que me resultaban aburridos y prefería  quedarme en mi estado de confusión permanente. Nunca me decido. 
Conmigo  siempre todo es una sorpresa. Yo me atrapo diciendo que me gustan cosas  que jamás probé, o que nunca se me hubiera ocurrido probar. Me  encuentro haciendo cosas que nunca se me hubieran cruzado por la cabeza.  Me miento, me engaño y creo mis personajes.  Nunca fui diagnosticada con desorden de personalidad… pero creo que eso  fue un regalo de navidad de los médicos que me atendieron. Si no tengo  desordenes de personalidad entonces abran las puertas del Borda y dejen a  todos mis pares ser felices. Seriamente y aunque suene gracioso: tener  varias personalidades te saca airosa de muchas situaciones dramáticas.  Soy varias personas a la vez y varias personas que piensan muy  diferente. Aún así, eso no me genera conflicto. No me contradigo: pienso  diferente dependiendo de muchos factores. Todas mis personalidades  conviven silenciosamente adentro mío y esperan su turno para salir. ¿De  qué depende? ¿Cómo saben cuál de ellas tiene que salir? Bueno, ellas sí  tienen las ideas claras y saben que cada situación merece una  personalidad diferente, que se adecue, se amolde a las circunstancias  vigentes. 
Siempre  me entretuve con actividades que no les gustaban a otros. Supongo que  por eso fui y soy solitaria (ahora menos que antes y antes más que  ahora). Todo lo que siempre hice dependía exclusivamente de mí: cuando quizas mis amigas esperaban el fin de semana para emborracharse y salir a andar con hombres, yo esperaba ansiosa el domingo para ir a la cancha.. Supongo que prefiero hacer las cosas sin ayuda,  sola. No me gusta que me molesten, que alboroten mi concentración, que  me disturben.
  Sé que ahora no entienden, pero ya van a entender.  En algún momento mis compañeras del colegio tampoco entendían por qué  cuando me decían “estás ojerosa” yo contestaba con una sonrisa cansada  pero brillante. Y quizás siguen sin entenderlo; a decir verdad, me cansa  tener que explicarle todo a la gente. Y no soy soberbia, no. Pero estoy  cansada. Ni mi cuerpo, ni mi alma, ni mi mente están preparados para explicar mucho más, para vivir muchos años más.